¿Por qué el cielo es azul?
¿A dónde va el Sol cuando es de noche?
¿Dónde está papá?
¿Por qué la Luna me persigue?
Eran alguna de las más recurrentes incógnitas que me hacía de niño, y mamá siempre respondía…
“No lo sé”
Y que sencillas eran esas preguntas a comparación de las que en mi adolescencia me causaban cientos de desvelos, como:
¿Qué carajo es la teoría de cuerdas?
¿Cómo acercarme a mi crush?
¿Dónde está papá?
¿Esto es real?
“No lo sé”
De adulto podría darme respuesta a mi yo de 16 años, pero la verdad es que él no era muy listo y esas preguntas tan vanas ahora son menos importantes que en su tiempo; jamás entendí la teoría de cuerdas, mi crush quizás nunca supo de mi existencia, culpa mía, ¿y papá?, sobre todo esto es bastante real.
Aunque ahora de viejo, analizando mi ignorancia y enfrascamiento a ante la respuesta de mi madre, hay una sola pregunta que engloba toda mi vida de cuestionamientos.
¿Fui y soy feliz?
En mi afortunado presente puedo responder la concretamente.
Sí.